la alta canela de la primera capa, que llamamos piel,
se eriza y enrosca conmigo.
La cantata pueblerina se entona a lo lejos
y un cúmulo de salvia perfuma ahora el escenario.
Jóvenes y anaranjados cuerpos vacilantes se adornan de primavera,
cubriendo también los sudores con aroma de orquídeas.
Las palmas, tan luminosas como las plantas, se frotan sacando chispas,
y no hablamos necesariamente de extremidades.
Aunque también.
Al vestirnos de horizonte,
Al vestirnos de horizonte,
parece ser que el viaje es aún más candente, profundo, soñado.
Dame tu mechero y yo te presento mi hoguera.
Dame un estruendo y yo te regalo mis relámpagos.
Dame una caricia y yo te adorno con mi boca.
Dame tu mechero y yo te presento mi hoguera.
Dame un estruendo y yo te regalo mis relámpagos.
Dame una caricia y yo te adorno con mi boca.